lunes, 20 de junio de 2011

Metas

En la sociedad actual los triunfos y los fracasos solo se definen por la posición social. Cuando alguien alcanza metas que jamas soñamos, le ponemos otras tan pronto como si las otras no valiesen nada.

 Para estar en lo más alto se necesita esfuerzo, exigencia, condiciones y algo de suerte, esa suerte que hace que el éxito o el fracaso se decida en cosas de un segundo. Y por cada asalto a nuestra meta nuestro cuerpo y alma se resienten. A políticos, deportistas, empleados, directores, e incluso amigos o familiares les exigimos que sean los más grandes ( curiosamente, casi nunca a nosotros mismos). Pero el cuerpo, simplemente no da para más. Se nos llena la boca por esfuerzo, mérito, superación personal, humildad... pero solo pedimos triunfos. Triunfos que son meros resultados, que solo satisfacen a nosotros. No importan las personas, solo sus números, y condenamos, crucificamos a los que no llegan a ser lo que nosotros queremos que sea. Y lo peor es que dichas exigencias las extrapolamos a todos los ámbitos de esa vida, y ellos las interiorizan como suyas. La vida sopla por donde le da la gana y esas exigencias se convierten en un vendaval, de tal forma que si no las cumplen, fracasan para nosotros, por muy lejos que hayan llegado, olvidándonos, olvidándose de lo que fue, lo que logró, llevándole a la insatisfacción permanente, a la tristeza. Esa tristeza que ahora llamamos depresión.

Hay mucha gente hundida y olvidada por culpa de esto. Ojalá que salgan de la oscuridad, que sanen sus almas, que nadie tenga que pedir jamas disculpa por lo que no ha llegado a ser. Que nos ilumine la luz que nosotros encendamos y que nadie quiera encender por nosotros.

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