Ayer, domingo 26 de Junio, asistimos a una escena que me cuesta personalmente de definir. Algo que me pareció excesiva, también desmedida, un poco vulgar, e incluso lamentable. Miles de adjetivos pero todos ellos bastante comedidos. Porque realmente todos ellos se quedan cortos. Me ha parecido realmente asqueroso.
Ayer, se decidía quién iba dirigir los próximos años la FAO, la institución de NU encargada para la lucha contra el hambre en el mundo, y lo que se ha visto es una contienda que recordaba más a la elección de la ciudad que va a ser sede de las próximas olimpiadas que determina quién va a luchar, que por cierto no lo va hacer, para acabar con el hambre en el mundo. Parecía una competición deportiva, se aspiraba cierto aire lúcido miembros de las principales cúpulas políticas de los países que tenían representantes para ocupar el cargo, alegría por la victoria, aplausos, cara de decepción en los derrotados, y la verdad es que nos hemos quedado tan anchos.
Nadie ha puesto cordura y nadie se ha ocupado de la auténtica realidad que dice que 1 de cada 6 personas en el mundo tienen hambre, ahora mismo mil millones de personas no tienen que echarse a la boca, una cantidad de gente equivalente a 25 veces la población española, 16 veces la población de Reino Unido. Mientras los dirigentes de la organización han gastado en custiones administrativas en el último año 370 millones de euros. Se dice pronto, tan pronto que con ese dinero la mitad de los que pasan hoy hambre no la estarían sufriendo, y se han gastado ese dinero quienes se encargan de luchar contra el hambre. Irónico, ¿verdad? Pero es que si revisamos los presupuestos de las organizaciones internacionales dedicadas a paliar este problema resulta que tienen previsto gastarse en el próximo ciclo nada menos que 10.000 millones de euros. Y el día que nos acordamos de la FAO es para asistir de un espectáculo bochornoso y lamentable en lo que parece que lo que se jugaba era tener un poquito más de poder.
En los últimos 50 años a penas han ganado batallas contra el hambre. Al final de los años 90 las cosas parecieron mejorar un poco pero luego las aventuras bélicas de comienzos de siglo hicieron que todo fuera a
pique. Justo hace un año había 900 millones de hambriento, pero es que hoy son casi mil. La causa de ese incremento esta en la subida de precios de los alimentos básico y este incremento no es fruto de las crisis sino de las medidas de regularización que se han tomado para salvar la economía del planeta. Esas medidas han hecho que incluso a medida que los preciosos de los cereales, el azúcar o el arroz han subido, las grandes fortunas han incrementado sus riquezas. Incluso algunos bancos ya ofrecen a sus clientes paquetes de inversión destinado a los mercados de valores que regulan los precios de dichos productos. Así, si sube los precios se gana dinero y la FAO también es responsable de que esto exista. Porque las medidas que se han tomado en los últimos tiempos solo han beneficiado al negocio y no a quienes necesitan alimentos.
Pero lo importante de ayer no ha sido eso, sino si ganaba Moratinos o el brasileño. Afrontemos ya la realidad, el hambre es un negocio y se acabó. Y la caridad, las donaciones, las campañas de solidaridad son solo la cortina de humo que se emplea para tender esa cortina sobre el principal problema que afronta el ser humano y esa cortina no es otra cosa que un lavado de cara del primer mundo.
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